Diálogos Clínicos
Venado Tuerto
A Cargo de Roberto Bertholet
Fragmentos de su alocución
Estoy muy contento de estar aquí con ustedes esta noche, quisiera en principio rescatar algo de lo dicho en la presentación en relación a lo imposible del psicoanálisis. Me parece que tiene que ver con la opacidad, lo imposible siempre opaca una parte de nuestro acto, a eso se refiere Freud con sus tres tareas imposibles: gobernar, educar, analizar y lo que no quiere decir que el analista está impotentizado ante su acto.
Siempre hay algo que no se logra eficazmente, entonces, lo llamamos: la formación del analista, que es permanente.
Siempre hay algo que al analista se le escapa por su acto y esto no tiene que inhibir, tiene que estimular.
La dirección de la cura no pretende controlar todas las variables pero podemos saber qué es conveniente y qué no hacer. La dirección de la cura no es como cuando manejamos un auto, donde nosotros lo manejamos.
Tenemos entonces dos dimensiones en nuestra práctica: lo opaco y la dirección de la cura.
Otra cosa que se me ocurría mientras los colegas hablaban era que si, esta muy bien, “festejamos el haber dejado de lado la soledad hoy”, dice así la frase del final ¿no?, y es esto lo que hacemos los analistas al principio cuando recibimos a un paciente porque cuando consulta deja de estar solo.
Con su sufrimiento hasta que consulta estuvo solo. Él puede decir y es cierto que puede tener familiares, amigos y otras personas alrededor, y que incluso con algunos de ellos ha hablado pero hasta el momento con su sufrimiento estuvo solo.
Se trata de ir hacia algo muy propio con el cual se está, solo.
Festejar cuando deja de estar solo, cuando entra en transferencia y realiza el trabajo del análisis.
Se trata de alojar a alguien... y hacerle notar que ya no está solo con su sufrimiento.
El fin del análisis tendrá que ver con efectivamente ser eso, tal como Lacan lo explica: el sujeto quedara identificado al síntoma.
El paciente pide dejar de estar solo con su sufrimiento al incluir cuando empieza, la figura del que espera él algo en relación a su sufrimiento (el Otro, Lacan lo llama así).
El compromiso que el analista tiene entonces es que al paciente le dé interés, le provoque ganas, tenga algún entusiasmo por vivir la experiencia del análisis.
Como buscamos la buena forma, diferenciemos tres aspectos:
Cura
A Tratamiento
Experiencia
La cura no es el “Furor curandis” que Freud define, el tratamiento es tratamiento del goce, del amor y del deseo pero no intelectualizado y la experiencia es la experiencia de lo Real.
Lo Real es casi lo contrario a la realidad, ella es un dato, es decir está dada, lo Real está creado por el aparato psíquico.
En relación a la dirección de la cura nos perdemos cuando nos dirigimos a la persona y no lo hacemos comparecer al sujeto.
Ayer, en Buenos Aires, un colega presentó un caso sobre una mujer que, en una primera entrevista atribuye su depresión a la muerte reciente del padre, si, es cierto, que la muerte del padre fue para ella un hecho doloroso, lo escuchamos por supuesto, pero no es eso lo que nos interesa; porque se va esta paciente supongamos y, seguido, recibimos a un paciente que nos dice que la muerte de su padre ocurrida recientemente lo liberó, lo alivió....¿entonces cómo?.
Si creemos que el sufrimiento del sujeto es consecuencia de traumas vividos por hechos de la realidad, nos perdemos.
El trauma no es el hecho, el trauma es el hecho más la interpretación del sujeto.
Nos interesa lo simbólico que operó ahí.
Cuando aparece lo singular bien podemos interrumpir la sesión.
La dirección de la cura, no es buscar la ampliación de conciencia del tipo: “contame con detalle”, no es una catarsis lo que queremos que se produzca, eso es Sicología. Que haya efectos catárticos, abreactivos, es probable porque lo que tocamos es la palabra.
En el inicio entonces la pregunta es: ¿cómo creamos un espacio propiamente psicoanalítico?.
(Pregunta acerca de lo Real antes mencionado)
Lo Real es lo no observable, se lee a lo largo de la experiencia de un análisis, no es que se escuche, no es un dato de la realidad, se lee en el recorrido de un análisis, se deduce.
La contingencia en una cura es muy importante, es lo que no podemos anticipar.
Recuerdo cuando tuve mi primer paciente, derivada por Virginia (Thedy) aquí presente, era una mujer que estaba muy angustiada la escuché una hora al finalizar me dijo: “Le confieso que estoy más angustiada que antes”... y yo también lo estaba (risas) inmediatamente empecé a prestar más atención sobre lo que había pasado.
Cuando un paciente está angustiado si lo dejamos hablar por mucho tiempo eso abre a más significaciones que producen más angustia.
En este primer encuentro, precisemos, comencemos a hacerlo, quedemos de acuerdo sobre los conceptos que vamos a utilizar.
Freud tenía establecida una cantidad precisa de entrevistas antes de pasar a alguien al diván. En la conferencia 34 recuerda la historia de aquel rey escocés que en plena Edad Media había ideado un método para detectar brujas: las arrojaba a un gran recipiente con aceite hirviendo y si luego al probar el gusto que tenía tal aceite podía decir era bruja, no era bruja, de la misma forma sostenía que los pacientes tenían que entrar en análisis, solo después sabemos si era el indicado para lograrlo.
Lacan definió otro procedimiento para la entrada en análisis basados en entrevistas libres de cantidad, podían ser semanas meses o años.
La lógica de la cura en principio ya nos dice algo que es importante: que existe una lógica de la cura, es decir que no se pueden obviar pasos ni realizarlos en cualquier momento... así como la infancia no puede estar antes del nacimiento.
Entonces en la lógica de la cura se comienza con el deseo del analista puesto en acto, las entrevistas si hay entrada en análisis son preliminares, si no, son solo entrevistas, esto no quiere decir que éstas para alguien que interrumpió en ese momento no hayan podido ser de suma importancia en lo que él venía a buscar.
Encontramos uno de los requisitos para la entrada en análisis que es la puesta en forma del síntoma.
Una de las formas de trabajar es sobre la demanda, poner en forma la demanda.
Por ejemplo en el discurso Jurídico si queremos expresarnos ante el juez por ejemplo no podemos hacerlo nosotros en persona, necesitamos un abogado, alguien que nos represente y por ejemplo si vamos a presentar un escrito mostrando nuestro malestar, una queja, hay que hacerlo en tiempo y forma y para quejarnos tenemos que hacerlo en los términos que nos puede dar solo el Otro a quien nos dirigimos, nosotros por más que lo que escribamos sea brillante no podemos presentarlo escrito en una servilleta de papel.
Es responsabilidad del analista mostrar de qué forma va a ser explicitada la demanda.
Recuerdo un ejemplo reciente de un colega que relataba como un paciente se comportaba de forma violenta con el analista, el analista lo escucho una vez, lo escucho otra y luego dijo: así no.
Se trata de que no se le permita hablar de todo al paciente sino que hay que buscar el detalle, nos vamos a conformar con buscar un detalle, un pequeño detalle y sí, destacar ese pequeño detalle y si se corta la sesión inmediatamente eso queda más resaltado. No hacemos la gran elucubración.
El de las entrevistas es un tiempo donde se conversa más, en adelante, todo tiende a reducirse, todo tiende a darse más rápido, y parece casi un sin sentido una sesión, hasta llegar a ser lo menos parecido a un diálogo y es mejor.
No hay ideales, la transferencia se juega en el detalle.
Por ejemplo escuchamos en la primera sesión a un paciente donde detectamos que hay una fuerte rivalidad con su hermano, es un error si en ese momento no estando instalada suficientemente la transferencia le decimos algo como “lo que pasa es que hay una fuerte rivalidad entre vos y tu hermano”, y él dice “pero no sé realmente es una persona que a mí me pone mal..” y eso, es como interrumpir una discusión de pareja en la calle mostrando nuestros puntos de vista acerca de lo que les está pasando, imaginemos cual va a ser la reacción de los dos sorprendidos.
Pero lo que hay que hacer desde la primera entrevista es no quedarse callado, intervenir, de forma que el paciente preste atención a lo que dijo y sepa que lo hemos escuchado, que estamos interesados, para nada mudos y distantes de su sufrimiento.
Es esta entonces la segunda cosa que debemos hacer estar ya interviniendo desde el vamos.
Recordemos lo que decía Freud: “Se trata de palabras. El paciente habla, el analista lo escucha, el analista a su vez habla y se hace escuchar”
Esta indicación de Freud no es cualquier cosa.
La tercera cosa a tener en claro es un buen diagnóstico de estructura. Si un paciente viene y dice que se sienta, siendo estudiante, y no se puede concentrar para estudiar yo pregunto inmediatamente: ¿oís voces?. No demoro en constatar que no sea una voz que le dice que es un inútil y una porquería y lo distrae aturdiéndolo.
La esquizofrenia llamada insidiosa no es perceptible de forma tan clara por ejemplo.
Recuerdo a un paciente que atendí el año pasado era un estudiante de 19 años que luego de algunas entrevistas había manifestado estar mejor, que iba entonces a solicitar la próxima vez que nos veamos una sesión más por semana. El fin de semana recibo el llamado de sus padres contándome que se había suicidado, sin que tal, como me lo manifestaron en la entrevista que tuvimos posteriormente, nunca habían detectado nada absolutamente que les llamara la atención, lo que los hacía sentir muy culpables y es cierto presenta casi ninguna posibilidad de detectarla.
De haber venido esté paciente unas semanas más considero que lo habría detectado por como soy con el diagnóstico en relación a la psicosis.
Aunque esté muy clara la lógica, la opacidad es esto.
Por eso siempre es conveniente intervenir, ir generando el espacio del significante y no un signo que sea al estilo de “al pan, pan y al vino, vino”.
Intervenir de tal forma que al término de la sesión, algo nuevo aparezca algo se escuche de otra forma.
Distinguimos entonces duración, como algo medible y tiempo en Psicoanálisis que es libidinal, alguien puede haber estado cinco minutos (para hablar con la primera categoría) y decir con la aparición del detalle: “me pareció como que había estado media hora o más” (para referirlo a la segunda).
Heiddeger en “Ser y Tiempo” pone a la duración del lado de la fechabilidad y al tiempo del lado del ser, que es a advenir.
El corte de sesión nunca se puede anticipar, el buen corte es responsabilidad del analista.
Recuerdo un caso presentado por un colega donde una paciente entra y al acostarse en el diván dice tengo cuatro sueños para contarle, el analista inmediatamente dice “bueno, no, entonces hasta la próxima...” (risas) imagínense... luego del impacto la paciente pudo referir que a ella siempre le había molestado el afán que tenía por ser escuchada largamente y se pregunta por qué quiere ser escuchada tanto. Por supuesto que Uds. No van a hacer lo mismo (risas), Uds. Tomaran el primer sueño, ya estuvo veinte minutos, extraerán el detalle, se corta la sesión, punto.
Para el sábado los aliento a que con el grupo que se forme se refiera a la propia experiencia que en esto es fundamental.
Reitero estoy muy contento de estar acá la próxima vez viene Virginia y nosotros nos vemos en agosto, gracias.
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